América, la rebelde (parte I)

América siempre estuvo poblada de indomables. Desde los primeros hombres que atravesaron heladas estepas desde Asia y terribles mares desde la Polinesia, América se ha caracterizado siempre por el espíritu libre de sus hijos, tanto naturales como adoptivos.

Ya les fue difícil a los Incas someter a los pueblos andinos a su sistema y a sus tributos, terribles batallas pelearon contra los Chimús y, aún así, subsistió la resistencia. Manco Inca sitió al Cuzco y atacó a Pizarro en Lima, mas luego hubo de retirarse a Vilcabamba para continuar desde allí la guerra de guerrillas. La Tenochtitlán azteca cayó a manos de ejércitos levantados por los españoles entre los antiguos súbditos del imperio mexicano y aquí también, entre las islas artificiales y los templos, se peleó a muerte, se levantó el pueblo contra Moctezuma por sumiso y resistió con Cuauhtémoc hasta la última piedra. Resistieron los Caribes, los Taínos y los Arawaks en las antillas, corriendo las carabelas con sus canoas, resistieron en los cerros de Nicaragua, en las islas, en los llanos de la Tierra Firme. Resistieron los Charrúas y los Guaraníes a Solís y Magallanes, resistieron tres siglos los Araucanos de Chile, los Pampas y Tehuelches de la Patagonia, los Matacos, Mocovíes y Tobas del Chaco. Resistieron y, cuando eran vencidos, se levantaban otra vez. Se levantaron en Cuba y en Santo Domingo contra los encomenderos, se levantaron en los Valles Calchaquíes los indios de Bohórquez y se plantaron los Guaraníes de las reducciones jesuíticas contra las bandeiras paulistas, destrozándolos en Mbororé, el año de 1641.

Desde el preciso momento en que entendieron que el hombre blanco estaba aquí para llevarse la riqueza, para someterlos y esclavizarlos, desde ese momento América Latina vive en rebelión. Y esa rebelión contagió a los que venían de África a traer los brazos que la viruela había “robado” al ingenio o a la mina. Corrió a la selva el “cimarrón”, a fundar sus quilombos, verdaderos reinos libres que resistieron a portugueses, holandeses y bandeiras, como el de Palmares del gran Zumbi. Se rebeló el esclavo negándose a comer, se rebeló abortando a sus hijos y, cuando era posible, incendiando la plantación.

A esta tierra llegaron los conquistadores, hidalgos curtidos en las guerras contra el moro y poseídos de un coraje poco común, caballeros de espuela y armadura que recorrieron la América en todas direcciones persiguiendo el sueño de Manoa, Eldorado o la Ciudad de los Césares. Esta raza tampoco se dejaría derrotar, volvería una y otra vez sobre la sierra, la selva o la sabana, cruzaría los ríos, subiría las cumbres, levantaría fuertes y ciudades que serían destruidas y serían vueltas a levantar, como Buenos Aires, como Santiago de Chile, como Caracas. De la mixtura con el nativo y el africano surgirán los defensores de Cartagena de Indias, de La Habana, de San Juan de Puerto Rico y Panamá, enclaves atacados una y mil veces por piratas y corsarios. La resistencia siempre fue la respuesta a la rebelión o su mas acabada manifestación.

Vendrían, también, cazadores de fortuna, encandilados por el oro y los diamantes de las minas del Brasil, a hundirse en el barro y pelear en cada esquina de Ouro Preto. Sus hijos serán mamelucos y mulatos y también se levantarán en rebelión. Uno será alférez del ejército portugués y sacará muelas a los soldados. Tiradentes será ejecutado por encabezar la sedición y por hablar de libertad, unidad y fraternidad.

En el Paraguay el pueblo desconoce la autoridad virreinal basado en el autoritarismo y estalla la rebelión de los comuneros. El pueblo en armas, encabezado por Antequera y Mompox , resiste las órdenes de la Audiencia de Charcas, del Virrey de Lima y de los ejércitos de Buenos Aires, sentando un precedente que sería recogido por José Gabriel Condorcanqui en el Perú. Túpac Amaru II abrirá los ojos de América, enrojecidos en los socavones. Sesenta mil hombres lo seguirán y pondrán sitio a Cuzco hasta que la traición lo derrote. Su cuerpo no querrá romperse al tirón insoportable de los caballos, bestias traídas desde el otro lado del mar. Su nombre volará como sinónimo de rebelión a Colombia y Galán dirá no a los impuestos con los Comuneros del Rosario.

Ya nada detendrá el aluvión.

domingo, 15 de julio de 2007

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