El Grito de Dolores.

¿Quién es este hombre, en apariencia débil, casi un anciano, que a su calva rodean cabellos canos, que habla de la Virgen de Guadalupe y del Rey Fernando, que enseña a los indios, que va dando mueras, levantando ejércitos en las minas y en los campos?
Miguel Hidalgo de Costilla, cura de Dolores, es un párroco de muchas luces, curioso de los libros prohibidos, que ha preferido ser cura rural en un oscuro lugar de la Nueva España. Allí se hace uno con los indios. Sabe su idioma y enseña en su idioma todo lo que sabe: a criar abejas, a criar gusanos de seda, a cultivar la vid, a moldear cerámicas y a curtir cueros.
“Era hombre de carácter irreprensible y sumamente querido no solo por sus feligreses, mas también por todos los habitantes de las provincias vecinas. Pasaba por hombre de penetración y de conocimientos, es decir, de aquella clase de conocimientos que podía adquirir un criollo bien educado. […] Era franco y generosos, e incapaz de medidas astutas, de intrigas y bajezas.” (1)

En 1808 conoce a Ignacio Allende, comandante del regimiento Dragones de la Reina, que compartía sus ideas revolucionarias y conspiraba para establecer un gobierno propio en América. Junto con Ignacio Aldama, en la madrugada del 16 de septiembre de 1810, conocen la noticia del descubrimiento de la conspiración de Querétaro, imponiéndose la necesidad de actuar. Hidalgo lanza entonces el Grito de Dolores, ¡Viva la virgen de Guadalupe!, ¡Mueran los gachupines!, ¡Viva el Rey Fernando VII!. Con este acto se pone a rodar la guerra de independencia de México.
Hidalgo, al frente de trescientos hombres mal armados se apodera de Dolores y se dirige a San Miguel Grande, donde se les une el regimiento de la Reina. Al pasar por Atotonilco, Hidalgo toma como estandarte la imagen de la virgen de Guadalupe y se dirige a la toma de Celaya donde es nombrado capitán general y Allende teniente general.
Luego de la caida de Celaya se dirigen a Guanajuato, donde los realistas se refugian en la Alhóndiga de las Granaditas, un edificio fuerte donde se sentían a salvo. Los rebeldes llevan a cabo un infructuoso asedio, hasta que un mestizo conocido como el Pípila logra prender fuego a la puerta y, dejando entrar a las huestes del cura revolucionario, pasan por las armas a mas de 200 soldados realistas.
Desde allí, Hidalgo y Allende se dirigieron a Valladolid con una fuerza compuesta de 30.000 hombres, tomándola sin demasiada resistencia. Luego va a Toluca y, a las puertas de la ciudad de México, tiene lugar la batalla del Monte de las Cruces, donde los revolucionarios se alzaron con el triunfo. Este había sido muy costoso a los insurgentes y, en desacuerdo con Allende, Hidalgo reusa entrar en la capital y se retira al norte.
La oposición a Hidalgo había crecido en las clases altas tanto como su popularidad en las castas y clases bajas. A los terratenientes, comerciantes, dueños de minas, españoles o criollos, no les agradaba nada el levantamiento de las clases subyugadas y veían con terror la posibilidad de una guerra de razas. Por entonces, México tenía seis millones de habitantes al comienzo del siglo y los blancos eran solo el 18 por ciento, los indios 60 por ciento y los casatas (negros, mulatos, mestizos) el 22 por ciento. En este escenario dejaba a la clase dominante en clarísima desventaja ante una revolución social como la que planteaba Miguel Hidalgo. Y no es casual que surgiera este personaje del bajo clero. Estos estaban cerca del pueblo y conocían sus necesidades, viviendo sus mismas miserias. No así los altos prelados que gozaban en México de una gran riqueza, eran beneficiarios de diezmos y tributos y poseían gran cantidad de bienes.
Sobrevino la primera derrota de los insurgentes en Aculco, donde tuvieron gran cantidad de bajas entre muertos, desertores y prisioneros. Allende regresó a Guanajuato e Hidalgo se dirigió a Valladolid y Guadalajara. Aquí, Hidalgo organizó su gobierno revolucionario y dio a luz sus medidas sociales. Ordenó el reparto de tierras a los indígenas, la abolición del servicio personal, los tributos y la esclavitud y mandó publicar el periódico El Despertador Americano. Guanajuato cayó en manos realistas y Allende marchó a Guadalajara a reunirse con el cura. Las discrepancias entre ambos líderes por la dirección de la guerra continuaron y como consecuencia fueron derrotados completamente en la batalla de Puente Calderón, pese a una enconada resistencia contra fuerzas profesionales, hábilmente dirigidas por Félix María Calleja.
Los restos del ejército marcharon al norte, hacia Zacatecas, donde Hidalgo fue relevado del mando. Yendo de derrota en derrota, los insurgentes piensan que en Estados Unidos hallarán las armas que necesitan para continuar la lucha, pero son traicionados por Ignacio Elizondo y capturados. Hidalgo fue ejecutado el 7 de marzo de 1811 y su cabeza separada del resto del cuerpo y exhibida en una jaula colgada en la Alhóndiga de las Granaditas. Allende, Aldama y Jiménez corrieron la misma suerte.
La rebelión de hidalgo germinó en un terreno que venía siendo abonado desde tiempo atrás por la desigualdad entre los que todo lo tienen y los que no tienen nada, entre criollos y españoles, entre blancos e indios. Hidalgo condujo una informe masa de gente a la guerra, guerra a muerte, guerra de conquista y aquellos que hasta entonces habían pensado en un México independiente no aceptaron sus condiciones, aun aquellos que integraban sus mismas fuerzas. Lo que venció a la revolución del cura de Dolores fue el miedo de los blancos, españoles o criollos, religiosos o laicos a la guerra de razas que amenazaba con arrebatarles sus privilegios.
Recogería los restos de la derrota otro cura, Morelos, para luchar con más éxito pero con las mismas premisas que le enajenarían el apoyo de las clases altas mexicanas, aquellos que tenían el poder para cambiarlo todo pero que en realidad querían cambiar muy poco.

Fuentes:
http://www.sanmiguelguide.com/historia-independencia-2.htm
Lynch, John. Las revoluciones Hispanoamericanas. 1808 – 1826. Ed. Ariel.
Robinson, William. Memorias de la revolución de Megico. R. Ackermann, Londres. 1824. (1)

jueves, 17 de septiembre de 2009 1 Comment

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