La Calle Che Guevara

Esta semana leí en un diario de Buenos Aires un ida y vuelta entre una persona que pedía la reivindicación histórica de Ernesto Guevara y otra que estaba en desacuerdo completamente, alegando que el Che era un guerrillero sanguinario "germen de la terrible tragedia de las décadas del 60 y 70" y "la historia por él transitada no podrá ser ejemplo de las generaciones actuales y venideras". Si le restáramos 100 años a esas décadas referidas, bien podríamos hablar del General Roca, gran matador de niños paraguayos y de indígenas argentinos, cuya barbarie e intolerancia le merecieron dos presidencias, una ciudad en La Pampa, un ferrocarril (que, casualmente, va hacia la patagonia) y su rostro estampado en nuestro billete de 100 pesos.
Está demostrado que, en la historia, los roles de héroes y villanos se cruzan según quien diserte. Si hay alguien en la historia latinoamericana que habitó las dos orillas, ése fue Ernesto Guevara. Si bien es cierto que ha utilizado la violencia, encasillarlo entre los "violentos" me parece un simplismo que demuestra una total y completa adolescencia de conocimiento y una superabundancia de prejuicio.
Suele decirse que el Che fue un "idealista" un "romántico", una persona que soñaba con cambiar el mundo y que se arremangó para hacerlo. El magnetismo de su figura nace de la admiración que nos causan aquéllos que defienden la verdad con la vida, que buscan la justicia a cualquier precio, que viven como piensan sin apartarse ni un centímetro. El Che pensaba que era posible y eso lo catapultó a las banderas y las paredes que pintaban y pintan los que no dejan de creer. El Che es un símbolo más que un héroe, sin dejar de serlo.
¿Merece el Che darle su nombre a una calle, tener una estatua en Buenos Aires? Dirán "¿qué hizo el Che por la Argentina?" y la respuesta se la puede dar cualquier argentino que haya estado en Cuba, donde nos respetan y brindan su mayor esmero y cordialidad, porque dicen que si la Argentina pudo dar al mundo un hombre como el Che, entonces qué gran país debe de ser la Argentina. El Che era un hombre tan grande que jamás pudo ver las fronteras. El hizo las revoluciones por el pueblo, por todos los hombres; cubanos, bolivianos, peruanos, argentinos, uruguayos. Alzó la voz por sobre las cordilleras y los ríos. Quiso que tuviéramos qué comer, de qué trabajar, dónde educarnos, cómo curarnos sin interesar si hablábamos náhuatl o castellano, y dio la vida por eso. Si esto no es heróico, por favor, ignoren estas líneas. Cuántas calles llevan los nombres de traidores, agentes extranjeros y egoístas entregadores.
Ernesto Guevara fue una figura de su tiempo, atrapado en su laberinto, del que salió con los ojos abiertos por el viento, vivo, enorme, inmortal. Nació en Argentina, murió en Bolivia y vivió su vida para América Latina. Primero hizo, después lo pensó y más tarde lo escribió para que lo supieran los que venían detrás. Lo mataron por orden de un señor que estaba lejos, (como a Güemes, otro guerrillero) y alguien diametralmente opuesto a su pensamiento, sin querer, cien años antes, escribió: "bárbaros: las ideas no se matan" y menos si se da el ejemplo.

miércoles, 27 de junio de 2007 1 Comment

¿Qué fue América Latina?

Antes de ser lo que es hoy, ¿qué cosa fue América Latina?, ¿dónde estaba?, ¿quién la poblaba?, ¿quién la explotaba? Parecen ser demasiadas preguntas.
Antes de ser América no era nada. Los que pisaban este suelo no tenían conciencia cabal de la magnitud continental de su casa, y tampoco la necesitaban. El imperio más grande que existió en América ocupaba una superficie casi como la de Europa, pero poco le importaba al agricultor que miraba solo unas cuantas terrazas sembradas de papa en el Valle Sagrado de los Incas.
América después fue Asia y Cristóbal Colón lo juraba besando el puño de su espada. España, un reino agrícola apenas unificado, lleno de hijosdalgo y de monjes, curas y obispos, fue la primera en entender que éste era un continente entero, y se arrojó a la aventura de salvarlo de las llamas del infierno a las que seguro estaban condenados todos los que lo habitaban. De paso, arrasó con el oro, la plata y las vidas.
Pero poco duró la bacanal y ya no bastaba con agacharse para recoger las pepitas del suelo. Se agotaron los imperios enchapados en metales preciosos y los monarcas por quienes pedir rescates fabulosos. Ahí se convirtió América en Latina. En ese momento viró la nave. No había más remedio que quedarse a buscar. Tal vez la tierra diera a todos lo que la suerte había dado a algunos.
Si era capaz la tierra de dar esos tomates rojos, esas papas que quitaban el hambre, el maíz que para todo servía, los plátanos, las piñas, las fresas, entonces podrían crecer el trigo y engordar las vacas. Si era tan larga esa cordillera y tan altas sus cumbres, tal vez adentro hubiera riquezas inimaginables.
América respondió que sí a todo. Además, les dio de sus hijos los brazos para trabajar, y cuando estos ya no podían más, las hermosas playas recibían un refuerzo del otro lado del inmenso mar.
Era entonces el reino de algunos señores que decidían sobre la vida y la muerte. Era una fuente de riqueza inagotable. De aquí salían los galeones cargados de oro y el oro volvía a comprar algodón, el algodón llenaba otras naves que regresaban de Europa cargadas de camisas y vestidos para las esclavas negras que Guinea había visto partir en barcos ingleses, holandeses, portugueses o franceses.
América era la plaza del mundo. Todo estaba a la venta en este mercado multicolor. La fe se podía comprar, un título de nobleza, una nueva vida, una absolución. Todo se podía vender.
Este continente transpiraba para dar de beber a los del otro lado del mar y allá se acumulaba el sudor en los palacios y en los monasterios, y quien atentara contra el orden iba derecho a la horca o a vérselas con el inquisidor primero y la horca después.
Llegó el día en que los americanos (algunos) quisieron ser ellos los dueños de la plaza. Entonces requirieron de la ayuda de aquellos a quienes habían combatido en nombre del Rey, llámense ingleses, piratas, indios o negros cimarrones, para sacudirse la modorra metropolitana. Quince años se mataron mutuamente los americanos en la peor guerra civil que el mundo haya visto jamás. Bolívar dijo que era una guerra civil y no erraba. Se batieron por el Rey, por la Patria, por la raza, por el honor, por el oro, por la plata, por el patrón o por la República.
Allí América Latina se convirtió en Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú, Paraguay, Uruguay, México, Venezuela, Costa Rica, Honduras...etcétera, etcétera. Y así perdió la chance de darse a sí misma lo que le habían robado los demás. Este continente pasó de ser plaza a ser patio trasero. No dejó de ser fuente inagotable ni de transpirar copiosamente. No cambiaron demasiado los señores feudales que miran sus latifundios, no mejoraron las vidas de la mayoría que no conoce más Nación que su familia ni más Bandera que su trabajo. Y quien atentó contra el orden fue derecho al paredón o a vérselas con el míster primero y al paredón después.
Así llegó a ser America Latina lo que es: Lázaro esperando por Jesús. Una deuda que es preciso saldar.

sábado, 23 de junio de 2007 Leave a comment

Primer Contacto

Este blog nace de la necesidad de decir lo que pienso, de buscar la explicación a eso que disfrutamos y de aquello que padecemos. No intento llenar ningún vacío; no quiero crear ninguna enciclopedia ni colaborar con monografías ajenas. No soy un erudito, solo un aficionado que cree que en la historia subyace la clave para no tropezar dos veces con la misma piedra.
Intentaré expresar mi opinión tal y como es, apoyándome en lo que han escrito otros mejores y mas sabios que yo.
A veces, tal vez, me vaya por las ramas, me escape del pasado para sobrevolar el presente, para decir lo que vean mis propios ojos y escribir aquí sin el filtro amarillento de las páginas viejas y con mi propia voz.
Pero el fin último de esta página es aprender. Espero que aquellos que la lean posteen lo que piensan y lo que saben y quizás, quien sabe, encontremos la solución a algo.

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