Buscame, pero no me encuentres.


Entrando por la desembocadura del gran río, mas allá de las tierras cubiertas de agua, donde los árboles se inclinan formando galerías, donde las montañas se vuelven más y más escarpadas, allí, oculta como un sueño, protegida por la bruma y las fieras, se alza resplandeciente la ciudad de Eldorado.

Nadie dice cuál es el río, ni cuales las tierras inundadas, mucho menos si es ésta selva o aquél bosque impendetrable, ni cuáles de todas las montañas son las que vigilan la entrada. Ni siquiera la llaman de la misma forma. Paititi, Manoa, La Ciudad de los Césares se esfuma como la niebla justo antes de poder tocarla. Por mas que la busquen no aparece, pero juran que existe.

Cuentan que el rey de esta ciudad baña su cuerpo en oro y después se arroja a un lago. Como ofrenda van al fondo hermosos objetos del más fino metal, tanta es la opulencia. Las paredes de los templos y placios están revestidas en plata y los ídolos se alzan en oro sólido varios palmos sobre el suelo.

¿Donde está Eldorado?

¿Está en los campos féritles, en los valles sembrados? ¿Está en los ríos enormes y furiosos, en las aguas claras de los lagos? Tal vez esté en las entrañas de la tierra, bajo las enormes moles coronadas de nieve. Tal vez en las selvas abrasadoras, en los desiertos verdes, en los rojos, en los amarillos. Tal vez en el mar azul profundo y vivo. Tal vez en su gente, rara obra del más grande de los alquimistas.

Eldorado estuvo siempre a la vista de todos. Fue Tenochtitlán, Bogotá, Cuzco. Fue Potosí, Guanajuato, Minas Gerais. Fue el tabaco, la caña, el cacao, el café. Fueron las frutas, el cuero, la carne, la lana. Fue el caucho del amazona, el salitre del desierto y hasta la mierda de los pájaros de las islas del Pacífico.
Ahora es el petroleo de Maracaibo, la Patagonia infinita, los mares del sur reventados de peces. La Amazonía impenetrable que guarda la cura de todos los males. Es la música; la más hermosa mezcla que el mundo haya visto. Es el arte y las ideas. Es el carnaval. Es la fuerza de tenerlo todo; pura potencia. Es todos los paisajes, es toda la gente.

Hoy, este continente sigue buscando al Rey Blanco de la leyenda, el personaje que encarna su destino y su existencia. Un continente inmensamente rico que no puede hallarse a si mismo, que lleva siglos buscándose en el barro y desapareciendo.

La gente de esta tierra busca todos los días a Eldorado. Lo buscan adentro y lo buscan afuera, repitiendo la historia de expediciones perdidas en la jungla, devoradas por tribus ignotas, vencidas por la fiebre. Sin embargo amanecen cada día besando el puño de su espada, jurando que hallarán la ciudad perdida que no pudieron los Cortéses ni los Pizarros ni los Almagros, que buscaban un invisible cuando no tenían más que estirar la mano.

Eldorado es este continente, y a las pruebas me remito.

Foto: Martin Chambi.

sábado, 14 de marzo de 2009 2 Comments

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