Preludio. La resistencia de Paysandú.

Desde su nacimiento, allá por el éxodo oriental, el Uruguay estuvo en el ojo de una tormenta, rodeada por dos colosos, amagada por los flancos y condenada por su excelente puerto de Montevideo a ser la perla del Atlántico Sur y a parir hijos bravos y contradicciones.
Durante el gobierno de Atanasio Aguirre, Venancio Flores, General Colorado alzado en armas, se dirigió hacia la estratégica plaza de Paysandú con cuatro mil hombres. A estos se le sumaría una escuadra brasileña y seis mil hombres de tropa más con abundante artillería.
Defendía la ciudad una guarnición de entre novecientos a mil hombres al mando del general Leandro Gómez, secundado por Lucas Piriz, con unas pocas piezas de artillería en mal estado, algunos caballos y víveres para resistir unos días el asedio que todos sabían que se avecinaba.
El General Gómez convirtió a la ciudad en una fortaleza. Levantó una torre, el “valuarte de la ley”, en la esquina sudeste de la plaza principal donde apostó tres cañones y un polvorín, se excavaron trincheras y se practicaron orificios en las paredes de las casas linderas para poder pasar de una a otra sin exponerse a los tiros enemigos.
Con todo, Paysandú distaba mucho de ser una plaza fuerte. Estaba rodeado por fuerzas bien pertrechadas y muy numerosas, aislado de toda posibilidad de recibir refuerzos.
Así las cosas, el 4 de diciembre de 1864, Flores envió una nota a Gómez intimándolo a rendirse, a lo que este contestó de puño y letra y al pie del mismo oficio “Cuando sucumba”. Y no eran solo palabras.
A partir de aquí se sucedieron las escenas más heroicas y desesperadas que el río Uruguay recuerde. El ataque a Paysandú se inicio el día 6 de diciembre con el intenso bombardeo de la escuadra brasileña y el ataque de las fuerzas de Flores, que fueron rechazadas en todos los puntos por la diminuta pero bien dirigida artillería de Gómez. Las balas pasaban por sobre las cabezas de los soldados, estallaban en las casas, destruían edificios, mataban.
Durante un mes se peleó en todos lados. En las calles, en las trincheras, en los techos, en las casas, en todas partes donde arreciara el peligro, ahí iban los defensores a cubrir el punto.
El Baluarte de la Ley contestaba los cañonazos que le abrían agujeros con los cañones que iban quedando, algunos desembarcados del vapor Villa de Salto, rescatado por orden de Gómez de la rapiña de los brasileros.
Dentro del recinto se vivía en estado de alerta, bajo la más estricta disciplina. El General había publicado un bando que dictaba que sería pasado por las armas aquel que profanase alguna de las propiedades privadas de los pobladores de Paysandú, que se hallaban evacuados en la Isla de la Caridad, atendidos por entrerrianos. En una ocasión, un voluntario argentino fue sorprendido robando un par de botas y fue condenado a muerte, pena que le fue conmutada por sus servicios a la causa y su arrojo en batalla.
Durante los primeros días del ataque, se pensó en evacuar la plaza y abrirse paso hasta Montevideo, pero una comunicación del gobierno central de que el General Juan Saa venía en su auxilio, hizo permanecer en defensa de la ciudad a la guarnición.
Varios buques de diferentes nacionalidades fondeaban en las inmediaciones de Paysandú. De ellos pretendían los defensores que intercedieran ante el Almirante Tamandaré, de la escuadra brasileña, para que no atacase la ciudad, ya que no existía una declaración formal de guerra entre un gobierno y otro.
También había dos barcos argentinos que desempeñaron una importante tarea humanitaria, pero que eran enviados por el presidente argentino, Mitre, quien apoyaba los planes de Flores, había abastecido en Buenos Aires a la flota brasileña y era hostil al gobierno uruguayo.
Al tiempo que esto ocurría, en la otra orilla del río, los voluntarios argentinos se salían de la vaina para arrojarse al agua e ir en ayuda de sus hermanos. Urquiza eludía el tema, retenía a los hombres con promesas y hacía sus negocios.
La resistencia de los defensores, fundada en la certeza de la pronta aparición del ejército de Saá, recibió un duro golpe el día 29 de diciembre. Luego de mucho pelear y de mantener a raya al enemigo, aparecía a lo lejos una columna. Grande fue la desazón de la plaza cuando notaron que no era Saá, sino los brasileros del Mariscal Mena Barreto.
Ahora, el cerco se había estrechado y solo cabía la desesperada resistencia. Un diluvio de balas de todo calibre caía sobre la ciudad que iba reduciéndose a escombros. Las baterías emplazadas en las alturas, mas los cañones de los barcos brasileños, formaban un infierno de treinta bocas de fuego. Diez mil hombres esperaban el momento del asalto. Para detenerlos, solo unos pocos soldados sin artillería, sin dormir, sin comer.
La guarnición iba reduciéndose minuto a minuto pero aun no llegaba el asalto final. Acudían al punto que flaqueaba los refuerzos, dejando tal vez solo un centinela en el lugar menos amenazado. El General Gómez y todos y cada uno de los defensores hacían prodigios de valor, como el ataque a la bayoneta llevado a cabo por el General Píriz para desalojar la aduana, muriendo el día primero del año 1865 cuando dirigía un piquete de artillería.
Finalmente, con la mitad de los hombres fuera de combate, sin artillería, sin municiones, Gómez decidió convocar una junta de guerra para plantear a Flores un tregua que diera tiempo a recoger los heridos y enterrar a los muertos. Rechazada esta oferta, y ante el avance de los sitiadores, se plantó bandera blanca en todos los cantones y se convocó a las tropas defensoras a formar en la plaza. En esos momentos de confusión, una compañía de infantes brasileños penetraron las fortificaciones y tomaron prisioneros a los sitiados.
El General Leandro Gómez se entregó a un piquete de infantería brasilera, mas luego prefirió ser prisionero de sus compatriotas orientales. A las pocas horas, en los patios de una casa, fue fusilado junto con otros oficiales y su cuerpo salvajemente mutilado.
Finalizó así el sitio y la heróica resistencia de Paysandú. En poco tiempo quedaba todo el Uruguay en manos de los Colorados, aliados de mitristas argentinos e imperiales brasileños. Ambas bandas del Río de la Plata estaban libres para que penetrara por él la “civilización” con rumbo a la destrucción del Paraguay.
Detrás de los barcos de guerra, navegan sin riesgo los barcos mercantes. Al tope de estos la bandera inglesa.
Fuentes.
Diario del Capitán Hermógenes Massanti.
Rivero, Orlando: “Recuerdos de Paysandú”
Textos completos: http://heroicapaysandu.blogspot.com/

viernes, 19 de diciembre de 2008 2 Comments

« Entradas antiguas Entradas más recientes »
Con la tecnología de Blogger.
Historiador.net Buzzear (AR) Planeta Historia | Noticias y blogs de Historia por RSS Blogalaxia