Termópilas Americanas. Parte IV.

Cerro de la Caballada.

Durante la guerra entre la República Argentina y el Imperio del Brasil, varios fueron los actos de heroísmo en uno y otro bando. Uno de los menos recordados por la historiografía argentina es el que ocurrió durante el intento de toma del pueblo de Carmen de Patagones por parte de una escuadra brasileña compuesta por cuatro buques y 613 hombres al mando del capitán de fragata James Shepherd.
Patagones era un poblado de poco más de quinientos habitantes, alejado de cualquier posibilidad de refuerzos. La plaza estaba a cargo coronel Martín Lacarra quien, logra reclutar, entre los vecinos, un centenar hombre de infantería, unos ochenta gauchos de a caballo, un piquete de artillería, unos doscientos corsarios, y un grupo de negros voluntarios.
Lacarra, organiza la defensa y ordenando al coronel Pereyra emplazar una batería en la desembocadura del río Negro, la caballería ocupó los médanos costeros. El se quedará en Patagones y dispone se prepare el cerro de La Caballada para el combate.
Frente al puerto del Carmen se hallaban fondeados el bergantín “Oriental Argentino” y las balleneras “Hijo de Julio” e “Hijo de Mayo”, además de tres naves recientemente capturadas a los brasileños: “Bellaflor” y las goletas “Emperatriz” y “Chiquinna”.
El ataque inicia el 27 de febrero. El 7 de marzo, las defensas habían sido vulneradas y las tropas imperiales desembarcan. En lugar de seguir la línea costera del río Negro, se internan en el desierto, donde la falta de agua y la marcha a pie por la arena desgastaron a los soldados quienes debieron enfrentar a los defensores en el cerro de la caballada. Apoyados estos por los fuegos de las embarcaciones argentinas y sin dar un solo minuto de tregua lograron la rendición de los invasores luego de muertos sus jefes. Acto seguido, se tomaron el resto de las embarcaciones de la flotilla brasileña.
Este triunfo reafirmó la presencia argentina en la Patagonia al tiempo que fue un duro revés para las fuerzas imperiales que contaban con un triunfo seguro.

Las Mujeres de Cochabamba.

En el marco de la guerra de independencia en el Alto Perú, actual Bolivia, en el año de 1812, el general español Goyeneche se dirige a la ciudad de Cochabamba que se había declarado a favor de la junta de Buenos Aires.
Al enterarse del avance de los realistas, el gobernador de la plaza Antezama, luego de desavenencias con Arze, quien había derrotado a Goyeneche en Quinua, consultó a la población sobre si defender la plaza o entregarla a los invasores, pero ya no había más de mil hombres capacitados, por lo que se resolvió la rendición. A esto respondió un pequeño grupo y varias mujeres que, luego de sacar de los depósitos algunas piezas de artillería y unos pocos fusiles, armados de piedras, palos y cuchillos, se fortificaron en el cerro de San Sebastián. Goyeneche envió un emisario a ofrecer garantías si la corta fuerza se rendía, pero la respuesta fue negativa.
Comenzó el ataque por cuatro puntos. La resistencia fue feroz. Las mujeres disparaban los cañones con sus niños a la cintura y la mayoría cayeron ante el empuje de las bayonetas realistas.
Aunque no pudieron contener a un ejército disciplinado, bien pertrechado y dirigido, el ejemplo de las mujeres y hombres que sucumbieron en San Sebastián, quienes afirmaron preferir “morir matando” antes de rendirse, hizo eco en los defensores de la causa patriota, al punto que Manuel Belgrano, cuando veía que el valor abandonaba por un instante a sus soldados, arengaba a las tropas gritando “¡¿no están aquí las mujeres de Cochabamba?!”. En su honor, el 27 de mayo, es el día de las madres en Bolivia.

Los Niños Héroes de Chapultepec

En la galería de mitos nacionales, que todos los países utilizan como medio para la construcción de su identidad, el de los Niños Héroes del castillo de Chapultepec es para México uno de los más significativos.
En su avance hacia la capital mexicana luego de vencer en Cerro Gordo, Churubusco y Molino del Rey, los estadounidenses al mando de Scott se toparon con el escollo del Castillo de Capultepec, una construcción del siglo XVII sobre una eminencia que se levanta cincuenta y siete metros por sobre el nivel de la ciudad, a solo cinco kilómetros del Zócalo, en el centro de la ciudad.
Funcionaba allí el Colegio Militar y estaba acantonado el Batallón San Blas, fuerte de 600 plazas. Toda la fuerza defensora del castillo ascendía a unos 800 hombres. Contra ellos lanzó Scott, que contaba con 12.000 soldados, un ataque de artillería y luego un asalto de infantería contra las posiciones mexicanas. En un principio resistieron, pero ante el empuje de los asaltantes, el Batallón San Blas se retiró desordenadamente dejando la mayoría de sus integrantes la vida en la defensa. Quedaban solo los cadetes del Colegio Militar, muchachos de entre 13 y 19 años de edad y algunos soldados. En un principio, la mayoría de ellos abandonaron el castillo pero otros eligieron quedarse peleando al lado de sus camaradas.
Los relatos hacen hincapié en las acciones heroicas de Suárez, quien murió defendiendo las habitaciones, Montes de Oca, muerto al saltar al vacío desde una ventana luego de proteger la salida de sus compañeros, Francisco Márquez, de solo 13 años, quien mantuvo a raya a los invasores hasta caer acribillado, Agustín Melgar, defendió el salón central del castillo y fue varias veces herido y luego repasado a bayonetazos, ganándose la admiración y respeto de los oficiales estadounidenses que intentaron salvarle la vida, Juan Escutia, luego de pelear junto al batallón San Blas y luchar cuerpo a cuerpo con los invasores saltó envuelto en una bandera mexicana para que esta no cayera en poder del enemigo y perdió la vida en la caída.
Aun se discute la veracidad histórica de estos hechos, lo concreto es que los niños héroes si existieron y si pelearon defendiendo el castillo de Chapultepec junto con los soldados regulares. Ello les valió que en 1906 se erigiera un monumento a su memoria.

lunes, 2 de agosto de 2010

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